Nueva experiencia: Tornado

El jueves pasado vivimos en el colegio una alerta real de tornado. Sobre las 11 de la mañana nos avisaron que teníamos que iniciar el protocolo de tornado (ya en una de las entradas anteriores expliqué los diferentes simulacros que se hacen en el centro). Así que con los niños en fila y en silencio, nos fuimos para el pasillo y todos los niños sabían perfectamente cómo colocarse.

El problema es que duró bastante tiempo, estuvimos más de una hora con el protocolo activado, esperando a recibir la llamada que nos permitiera volver a nuestras clases. Mientras estábamos en el pasillo, pude acercarme a una de las puertas para contemplar qué estaba ocurriendo fuera. El cielo estaba totalmente oscuro, y llovía con mucha fuerza. La verdad, para mi, era aterrador.

Mientras tanto, los niños comenzaron a dudar de si realmente se trataba de un simulacro o estaba ocurriendo de verdad. Diría que esa fue la parte más complicada para mi, pues no quería engañarles pero tampoco asustarlos, pues ya había algunos niños llorando, que necesitaron la atención de las psicólogas y enfermera del centro. A pesar del cansancio por la postura en la que tenían que estar y de la intranquilidad, mis alumnos aguantaron bastante bien y respetaron todas las órdenes que les íbamos dando. ¡Con solo siete años!

Sobre las 12:30 nos avisaron que ya podíamos volver a nuestras aulas, así que nos fuimos a clase a esperar a que nos llamaran para el almuerzo, pues, debido a la amenaza de tornado todo se había paralizado por lo que los horarios para los almuerzos se retrasaron.

Pero ese no fue el final, quince minutos después de volver a clase, volvieron a avisarnos que debíamos volver a activar de nuevo el protocolo pues,  seguía habiendo riesgo de tornado. Así que, de nuevo, nos fuimos para el pasillo y otra vez a colocar a los niños pegados a la pared arrodillados, con la cabeza en el suelo. Por suerte, la segunda vez duró menos tiempo, unos 30 minutos aproximadamente.

Cuando nos permitieron volver de nuevo a clase, esperamos a ser llamados para ir a la cafetería a por los almuerzos. ¡qué caos! Decidimos que los niños cogieran sus bandejas con la comida y nos fuimos a clase a comer.

Como continuaba habiendo riesgo, a las 3, la hora de salida, todos los niños debían irse a casa. Se cancelaron todas las actividades extraescolares, así que, todos las familias (menos los niños que van en autobús) tuvieron que venir en coche a recoger a sus hijos.
 ¡A las 3:30 todavía continuábamos sin ver el final de la fila de coches que venían a por ellos!

Y así, con mucho cansancio por lo vivido durante la mañana, me fui a casa, a preparar la maleta para el fin de semana... Por la noche, nos llegó el aviso de que se cancelaban las clases del día siguiente por el mal tiempo, y por el riesgo de inundaciones. A los profesores nos permitían trabajar desde casa, sin embargo,  el viernes por la mañana decidí ir al colegio y adelantar tarea para poder desconectar del todo durante el fin de semana. La zona en la que yo vivo no se ha visto afectada, ¡menos mal!, pero pueblos muy próximos sí han sufrido algunos destrozos...

Ahora llega el momento de reflexionar sobre esta experiencia y buscar el aspecto positivo; en esta ocasión, he aprendido que hay que tomarse en serio los simulacros. En España realizamos el simulacro de incendios una vez al trimestre, pero de manera muy relajada. Tras haber vivido esta alerta, me he dado cuenta de cómo reaccionan los niños y los adultos ante algo así, por lo que cuanto más orden y práctica haya, más seguros nos sentiremos si algo ocurre.

La semana pasada volvió a estar cargada de trabajo, emociones y nuevas experiencias, por lo que, ¿qué mejor plan que coger el coche rumbo a Carolina del Sur para desconectar, conocer y disfrutar?  Esto es lo que tiene ser una maestra viajera...

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