Primer día de clase

Hoy hemos comenzado las clases. Si tuviera que resumirlo en una palabra diría AGOTADOR. Son ya varios años trabajando en condiciones muy distintas, pero podría decir que este comienzo ha sido de lo más complicados de mi experiencia como docente.

Durante varias semanas he estado organizando el aula y este fin de semana había planificado todo lo que íbamos a hacer hoy: actividades motivadoras, juegos para conocernos y alguna ficha de trabajo para ir viendo el nivel de los peques.

Esta mañana a las 05:30 sonó el despertador. En otras circunstancias me hubiera dado mucha pereza tener que levantarme, pero hoy era diferente. A las 07:00 llegué al cole con mucha ilusión; mientras esperaba que llegaran los niños, iba preparando todo para la clase fluyera más relajada.

A las 07:45 comienzan a llegar los primeros niños (el comienzo de clases es a las 08:15, pero el centro ofrece desayunos a los niños, por lo que hay que estar en la clase antes para recibirlos). La primera impresión fue muy buena, todos me han saludado con un abrazo, y a pesar de la timidez del momento, me decían que se sentían muy contentos de comenzar el cole.

Pero esa timidez se ha ido perdiendo a lo largo de la mañana... a pesar de que lo que tenía preparado ha funcionado, me he sentido desbordada por el horario de clase. No estoy acostumbrada a tener que controlar cada minuto, por lo que a todo lo que tenía que llevar a los niños hemos llegado tarde. No por apurar el tiempo, si no porque no había controlado que aquí hay que ser muy serios con la conducta: principalmente las filas. Todos en orden, sin decir una palabra. Algo que a mi me ha costado controlar, por lo que nos hemos tenido que dar la vuelta a clase varias veces y volver a empezar. En los centros que he trabajado en España, no he tenido que hacer tanto hincapié en el comportamiento. Sí he controlado el orden en la fila, pero nunca he apostado por el silencio absoluto entre niños tan pequeños. Pero aquí hay que adaptarse a esta filosofía, así que espero poder conseguirlo.

Otro de las causas de mi excesivo cansancio es el idioma. Enseñar español a niños extranjeros se hace muy complicado. Hay que estar continuamente buscando recursos y apoyos visuales pues, en mi clase hay una gran diversidad de niveles que dificulta el buen desarrollo de la comunicación. Niños que comprenden perfectamente el mensaje, y niños que no saben qué significa "¿cómo te llamas?". Por ello, lo básico de los primeros días de clase, (establecer normas, recordar pautas para los simulacros, organizar material escolar...) se convierte en toda una odisea, pues al no entender, los niños desconectan muy rápido y comienzan a distraer a los demás, haciendo que la clase se convierta en un caos. Cada dos por tres, hay que estar pidiendo silencio, de mil manera diferentes para volver a captar la atención de los niños. Y, como todos los profes saben, eso cansa bastante.

Y por último, cuando ya sientes que tu cuerpo ha entrado en un abatimiento profundo, llega el momento de organizar a los niños para irse a casa. Niños que van a actividades extraescolares a una fila, niños que se van en coches con sus familias otra fila, niños que se van caminando otra fila y niños que se van en autobús otra fila. Cuando ya tienes organizados a los niños de tu clase,  toca repartirlos con los maestros responsables de cada transporte. A mi me toca los niños que se van en autobús. Pero, no hay solo uno, sino que cuando salgo con los quince niños a la parada, me encuentro con aproximadamente 20 autobuses, cada uno con una ruta y un número diferente. Lista en mano, es el momento de buscar en qué autobús se tiene que montar cada niño. Me siento muy agobiada, pues alrededor mía, hay muchos más maestros organizando a más niños. Hay que estar muy atentos porque cientos de niños esperan que los mandemos a sus autobuses. En la cara de todos los profes se refleja la tensión del momento, pues los primeros días de todo siempre provoca mucha confusión.

Una vez se queda todo bajo control, nos reunimos todos en la biblioteca para hablar de lo que ha salido bien y lo que hay que mejorar. Y sí, por mi cabeza pasan muchos pensamientos, debo corregir y controlar mejor muchas cosas. Pero... esto no ha hecho más que empezar y la ilusión sigue  latente... así que, como dicen en mi tierra, mañana, más y mejor.

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